No es noticia que millones de mujeres sufren cada día abusos, humillaciones y vejaciones como parte de su rutina, y la mayoría de ellos ocurren en el ámbito familiar y sentimental. ¿Qué triste, no? La familia, el amor, aquello que suele dar sentido a nuestras vidas, se convierte en cruz y agonía para algunos seres humanos.
A lo largo de la historia, la práctica de raptar a las mujeres para casarlas ha sido (y es) muy común. De este modo, la familia del novio se evitaba cumplir con su parte del contrato; pagar la dote, el precio.
En Kirguistán, un país de Asia Central, esta aberración, pese a ser ilegal, sigue siendo muy habitual y está socialmente aceptada. De hecho, se estima que una de cada tres kirguís contrae matrimonio de esta manera. Un día, cuando vuelven a casa o van a algún recado, alguien las rapta, las viola y se convierten en su propiedad para siempre. Esto le ocurrió a Bermet, según cuenta Daniel Burgui en El País. Ella regresaba a casa de la universidad cuando un grupo de jóvenes la asaltaron, por la noche era esposa de uno de ellos. Bermet estaba enamorada de otro chico que la correspondía, tenían una relación, un amor que les arrebataron.“Lo más duro fue explicárselo al que entonces era mi novio, el hombre al que amaba. Él simplemente no pudo hacer nada”, cuenta la chica. Ella hoy vive con su secuestrador y está embarazada de su hijo.
No es de extrañar que la tasa de suicidios entre las jóvenes sea alta ¿Casadas con su violador, con su secuestrador, qué esperanza de vida mejor pueden albergar?
Como ya he comentado, esta práctica es ilegal, aunque solo haya habido dos condenados en los últimos veinte años. Uno de ellos, fue el agresor de Kisimbai Yris, una joven de veinte años a la que sus padres lograron rescatar, pero que no vio más salidas que el suicidio. Antes de abandonar el mundo dejó escrito:“Deseo elegir libremente a mi compañero y si me quedo al lado de este hombre, mi vida nunca tendrá sentido”.
Es tristísimo. Para mí, estos asuntos deberían encontrarse en primera línea de actualidad ¿Cómo puede ocurrir esto? ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Qué clase de moral tenemos que nos es indiferente tanto sufrimiento? ¿Dónde están los movimientos feministas? ¿Este no es un motivo para arrancarse la camisa y desabrocharse los sujetadores?
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